La democracia participativa es una ideología política que enfatiza la amplia participación de los electores en la dirección y operación de los sistemas políticos. A menudo se contrasta con la democracia representativa, donde los funcionarios electos toman decisiones en nombre de sus electores. En una democracia participativa, todos los miembros de un grupo político tienen la oportunidad de tomar decisiones juntos, influyendo directamente en el resultado de las leyes, políticas y otras decisiones que los afectan.
El concepto de democracia participativa tiene sus raíces en la antigua Atenas, donde los ciudadanos tenían un papel directo en la toma de decisiones sobre las políticas y leyes de la ciudad-estado. Sin embargo, no fue hasta el siglo XX que el término "democracia participativa" se volvió de uso común. La ideología ganó prominencia durante la década de 1960, particularmente en los Estados Unidos, donde se asoció con el movimiento de derechos civiles y la Nueva Izquierda.
La Declaración de Port Huron, un manifiesto político de 1962 del movimiento activista estudiantil estadounidense Estudiantes por una Sociedad Democrática (SDS), se cita a menudo como un documento fundacional de la democracia participativa. La declaración pedía una sociedad donde los individuos pudieran participar directamente en las decisiones que afectaban sus vidas, en lugar de ser gobernados por burocracias distantes e insensibles.
A finales del siglo XX y principios del XXI, la democracia participativa se ha asociado con una variedad de movimientos sociales y políticos, incluido el ambientalismo, el feminismo y el movimiento antiglobalización. También se ha implementado de diversas formas a nivel local en muchos países, siendo el presupuesto participativo uno de los ejemplos más comunes. Esta práctica, que se originó en Porto Alegre, Brasil, en 1989, involucra directamente a los ciudadanos en el proceso de decidir cómo asignar una parte del presupuesto municipal.
A pesar de su atractivo, la democracia participativa también tiene sus críticos. Algunos argumentan que no es práctico a gran escala, ya que requiere un alto nivel de compromiso y conocimiento por parte de los ciudadanos. A otros les preocupa que pueda llevar a una parálisis en la toma de decisiones o que pueda ser manipulado por grupos de intereses especiales. No obstante, la ideología continúa inspirando a quienes creen en el potencial de los ciudadanos comunes y corrientes para moldear sus propios destinos políticos.
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